miércoles, 30 de abril de 2008

Rodrigo Díaz de Vivar

Rodrigo Díaz de Vivar (Burgos, hacia 1048 - Valencia 1099), hijo de Diego Laínez y conocido como El Cid Campeador, hidalgo y guerrero castellano. Llegó a dominar prácticamente todo el oriente de la Península Ibérica a finales del S. XI, de forma autónoma respecto de la autoridad de rey alguno. Se trata de unja figura histórica y legendaria de la reconquista española, cuya vida es la base del más importante cantar de gesta de la literatura española, El cantar de mio Cid

Los primeros años de Rodrigo Díaz de Vivar en la política castellanoleonesa
Rodrigo se formó en la corte de Fernando I, donde trabó amistad con el infante Sancho, al que acompañó a una temprana edad, quizás 15 años, hasta la capital del reino musulmán de Zaragoza, cuyo príncipe era tributario del rey castellano-leonés.

El primer destierro del Cid
La vuelta a la corte castellano-leonesa fue dura. Pese a su derrota, García Ordóñez seguía gozando de la máxima confianza de Alfonso VI, por lo que Rodrigo, que había degustado las mieles del triunfo y la riqueza de las cortes musulmanas de Zaragoza y Sevilla, comenzó a sopesar la posibilidad de iniciar una aventura personal lejos de sus orígenes, conocedor de las necesidades de los reyes de taifas de contar con un espléndido estratega militar que defendiera sus fronteras en lugar de los poco entrenados infantes andalusíes.

Después de diez años de fiel vasallaje, el Cid vio su oportunidad cuando en la primavera de 1081 se decide a liderar una campaña militar en torno a las tierras de Gormaz, que habían sido atacadas por sorpresa por musulmanes procedentes de la taifa de Toledo.
Alfonso VI, descontento con su actuación, que ponía en serio riesgo sus negociaciones amistosas con el príncipe toledano, decide condenarlo al destierro por deslealtad.

El Campeador recibe el encargo de ahuyentar del territorio valenciano a todos los aspirantes al dominio de la zona bajo la promesa, según la Historia Roderici, de que adquiriría en propiedad todas las tierras que conquistase en Levante bajo el nombre del rey. El Cid cumple el encargo a la perfección, ganándose el tributo de Sagunto y Alpuente, lo que le permite mantener a su ejército sin que el rey tenga que aportar ni un solo sueldo.

El segundo destierro
Crecido por el poder y probablemente preocupado por granjearse un territorio autónomo en Levante, Rodrigo Díaz de Vivar se gana el segundo destierro cuando no acude a la llamada de Alfonso VI para colaborar en la defensa de la fortaleza de Aledo, en Murcia, asediada de nuevo por los almorávides de Yusuf. El Campeador aprovecha la ocasión para intensificar su presión sobre los señores levantinos, a los que vuelve a cobrar tributos a cambio de protección. En 1089 derrota a al-Mundir en Denia. Poco después, Berenguer Ramón II, aliado con al-Hachib de Lérida, ataca al Cid en Tévar, pero es repelido en 1090.

Rodrigo conquista Valencia
En 1092, espoleado por los éxitos militares, decide acometer la empresa de la toma de Valencia no sin antes acudir a La Rioja en auxilio de la taifa de Zaragoza para combatir a su enemigo García Ordóñez, momento que aprovecha Alfonso VI para atacar Tortosa y la capital levantina con apoyo naval de Génova y Pisa

Enterrado originalmente en la catedral de Valencia, los restos del Campeador son trasladados al caer la ciudad en manos musulmanas hasta el monasterio de San Pedro de Cardeña, ubicación de indudable sabor cidiano, donde comienza a gestarse la otra historia de el Cid..